Datos clave:
Título: Diecisiete ingleses envenenados.
Autor: Gabriel García Márquez.
Género: cuento.
Año de publicación: 1992 en “Doce cuentos peregrinos”
Páginas: 13.
Temas: muerte, extrañeza.
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“Diecisiete ingleses envenenados” es un cuento de Gabriel García Márquez escrito en abril de 1980 y publicado en el libro Doce cuentos peregrinos (1992). Cuenta la historia Prudencia Linero, una viuda de Riohacha, Colombia, que viaja a Italia para cumplir su sueño de conocer al Papa.
Este cuento de historia sencilla, conmovedora y con pequeñas pizcas de realismo mágico se nutrió de una anécdota que vivió el propio García Márquez en un viaje que hizo a Roma durante el verano de 1956.
Entérate en esta reseña de qué trata el cuento “Diecisiete ingleses envenenados” y cómo fue que tanto Prudencia Linero como García Márquez se salvaron de tener, gracias a su superstición caribe, el mismo final fatal de un grupo de ingleses en Italia.
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Resumen «Diecisiete ingleses envenenados«
Mira en video el resumen y el análisis de este cuento >>>
Después de treinta años de convalecencia en cama, el esposo de Prudencia Linero muere en Riohacha. Ante la pena del duelo, los hijos de la viuda le cumplen su más grande sueño: ir a Roma a conocer al Papa.
Así es como esta riohachera se embarca en un viaje de dieciocho días por mar hasta llegar a Nápoles, Italia, para seguir por tierra hasta Roma donde podría conocer al sumo pontífice. Sin embargo, al llegar a la ciudad costera, una serie de percances la obliga a buscar un hotel donde pasar la noche. En su búsqueda, es llevada por el taxista a uno que le parece perfecto: es bonito, el recepcionista parece cordial e incluye las comidas, pero, al entrar, ve una extraña escena: en el vestíbulo hay diecisiete ingleses tan parecidos que parecen una copia exacta.
Esta visión la inquieta y Prudencia Linero decide irse a otro hotel sin saber que esta intuición la salvará de la muerte: los diecisiete ingleses que vio en el vestíbulo se intoxicaron esa noche con la comida incluida del hotel.
Análisis literario
“Diecisiete ingleses envenenados” es, como el resto de los Doce cuentos peregrinos, un historia basada “en hechos periodísticos pero redimidos de su condición mortal por las astucias de la poesía” (p. 6), según dice García Márquez en el prólogo del libro.
Por eso todos las narraciones del liblro tienen una contraparte, en mayor o menor medida parecida, en alguna nota periodística escrita por García Márquez entre 1980 y 1984. La del cuento que nos atañe hoy es “Verano en Roma” publicada en El País el 8 de junio de 1982.
En aquella columna, García Márquez rememora su primera visita a la capital de Italia en 1955, cuando como llegó allí corresponsal de El Espectador para cubrir “los funerales de un papa que aún no había muerto” (1982). En aquel viaje García Márquez no vio un ahogado, ni fue tomado por prostituta (aunque sí se “tomó” a una), ni soportó la compañía de un cura fastidioso, incidentes todos que vive Prudencia Linero; en cambio, como la protagonista del cuento, sí llegó a Italia un domingo de verano y se sorprendió con el caudal de Vespas imprudentes que circulaban por las calles.
Pero lo más relevante y que conecta más a estas dos historias, es que García Márquez por poco se queda hospedado en un hotel en el que había diecisiete ingleses que “al primer golpe de vista me parecían todos iguales”. En aquella ocasión el escritor, como la viuda, se espanta ante esta visión y se va a otro hotel; y los ingleses, como los del cuento, se envenenan con la cena (aunque no murieron, o al menos no lo aclara García Márquez en la columna).
“Diecisiete ingleses envenenados”, como los demás de esta colección, narra las peripecias de una sudamericana en Europa que, por su condición de peregrina (doblemente, en el caso de Linero), se siente extranjera y sufre con el desencuentro cultural. Aunque la viuda de Riohacha se había sentido a gusto con sus compañeros de viaje durante la travesía trasatlántica en el barco, el sentimiento de ser forastera la embarga desde el momento en que el transatlántico avista tierra italiana y los pasajeros se alistan para el desembarco: de repente, todas las amistades hechas en el viaje la tratan como a una extraña. Como hermosamente se dice en el cuento “Los amores eternos de altamar terminaban a la vista del puerto” (p. 42).
“Las astucias de la poesía” convierten a este cuento en una narración llena de color, personajes entrañables y situaciones pintorescas salpicadas con un poco del encanto carnavalesco propio de Gabriel García Márquez, como el episodio de los pollitos que “sólo por ser animales de magia (…) seguían corriendo vivos después de ser pisoteados por la muchedumbre ajena al prodigio” (p. 144).
Pero esa pizca de Realismo mágico se encuentra después en una dosis mayor cuando en el cuento se narra la muerte del esposo de Prudencia Linero: el hombre, “que permaneció en el letargo durante casi treinta años” postrado en cama, de repente se despierta lúcido y pide que llamen al fotógrafo del pueblo para retratarse con cada uno de los miembros de su familia y sus vecinos. Una vez terminada la tarea “empezó a desvanecerse en la cama, y se fue despidiendo de todos con adioses en la mano, como borrándose del mundo en la baranda de un barco” (p. 149).
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Este episodio que desafía toda lógica es recurrente en la obra de García Márquez. No es esta la primera vez que un personaje suyo decide, como si estuviera entre sus facultades, el día, la hora y las circunstancias de su muerte. Basta recordar a Úrsula Iguarán en la novela Cien años de soledad o a la personaje del cuento Amargura para tres sonámbulos.
Opinión
Empecemos por lo primero: hoy es 29 de noviembre y apenas publico esta reseña que debía de haber salido hace dos meses. ¿Por qué me demoré tanto para escribirla? Aparte de mi desorden y falta de juicio para sentarme a escribirla, hay una razón: no tenía mucho qué decir de este cuento, aunque no precisamente porque me haya parecido malo.
“Diecisiete ingleses envenenados” es un buen cuento: tiene una historia graciosa y entretenida, los personajes son memorables (la superstición y la dulzura de Prudencia Linero; la insolencia y arribismo desesperantes del cura, etc.), las imágenes son evocativas, los episodios pintorescos y la narración fluye suavemente en su inicio, nudo y desenlace sin permitir una fuga que desconecte al lector. Peeeeeeeeeeeero, en mi experiencia, esta lectura no pasó de ser una entretenida anécdota contada con la gran destreza narrativa que para estas alturas ostentaba ya García Márquez.
“Diecisiete ingleses envenenados” es un gran cuento como tal, sí, quizás mejor que “La otra costilla de la muerte”, el cuento contra el que se enfrenta en la Batalla de Cuentos Gabo. Para efectos de este certamen, sin embargo, el segundo clasifica a la siguiente fase: la experiencia de lectura, y sobre todo de interpretación, fue más rica para mí gracias a todas las intertextualidades y mecanismos narrativos que presenta. Si quieres conocer estos y otros elementos muy interesantes de “La otra costilla de la muerte”, lee la reseña aquí.
¿Qué opinas tú, lector, cuál de estos es tu cuento favorito? ¡Cuéntamelo en los comentarios!
-Luismi.
Referencias
- García Márquez, G. (8 de junio de 1982) Roma en verano, El país. https://elpais.com/diario/1982/06/09/opinion/392421609_850215.html
- García Márquez, G. (2016) Doce cuentos peregrinos, Debolsillo (Bogotá).
¡Por fin, un cuento que vale la pena leerse! Me encantó todo: la historia, el ambiente y el personaje de Prudencia Linero. Tu reseña es una joya y me enriqueció la lectura. ¡Gracias por tus investigaciones y análisis!
Y a mí me encanta que lees estas reseñas 🙂
El resumen de esto no es muy bien,
Me justifico:
1. Cuando vio los 17 ingleses no fue al entrar fue después de que la recibiera un maletero y la llevara al tercer piso ahí si vio a los ingleses.
2.La señora Prudencia Linero no se fue a otro hotel solo subió del tercer piso al quinto piso del mismo hotel, la diferencia era que en el quinto piso no había comedor.
3. La señora Prudencia Linero no fue la que busco el hotel a ella la montaron en un taxi y en taxista fue el que eligió el «mejor» hotel.
¡Gracias, Ángela, por tus precisiones!
Son, sin embargo, detalles que en nada afectan el recuento de la trama y que alargarían un resumen. Me interesa más centrarme en los comentarios sobre el cuento. Aclararé lo de que el taxista fue quien la llegó. Y bueno, en realidad el tercer piso sí es un hotel diferente en el mismo edificio como se puede deducir cuando se dice: «El cargador hizo un gesto de conformidad, cerró el ascensor, y cantó el pedazo que le faltaba de la canción hasta el hotel del quinto piso. Allí todo parecía menos estricto, y la dueña era una matrona primaveral que hablaba un castellano fácil, y nadie hacía la siesta en las poltronas del vestíbulo. No había comedor, en efecto, pero el hotel tenía un acuerdo con una fonda cercana para que sirviera a los clientes por un precio especial.
Un saludo 🙂