Roberto Bolaño se ha convertido en un mito de la literatura no solo latinoamericana, sino mundial. Los detectives salvajes (1998) su novela ganadora del Premio Rómulo Gallegos y quizás su obra más conocida está plagada de guiños y juegos literarios.

Ficha técnica:

Nombre: Los detectives salvajes.
Autor: Roberto Bolaño.
Año: 1998.
Páginas: 812.

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Por: Edgar Abréu.

Y cuando terminé de leer esa larga lista, los muchachos se pusieron de rodillas o en posición de firmes, juro que no me acuerdo y juro que da lo mismo, firmes como militares o de rodillas como creyentes, y se bebieron las últimas gotas de mezcal Los Suicidas en honor de todos aquellos nombres conocidos o desconocidos, recordados u olvidados hasta por sus propios nietos.

— Amadeo Salvatierra (México DF, enero de 1976) Los detectives salvajes.

La literatura Latinoamericana parece fundarse en grandes mitos que constituyen toda su historia y desarrollo, y más aún todas sus posibilidades. Una historia que ha estado marcada por fantasmas y lugares perdidos, pueblos imaginarios (como Macondo o Comala), suicidios, recreaciones de lenguajes, leyendas, y una infinidad de misterios. De allí viene su riqueza y sus elementos diferenciadores.

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Roberto Bolaño se transformó en el mito más reciente del escritor latinoamericano y en el mayor exponente de la narrativa de estos últimos veinte años. Todo inició en Octubre de 1999, cuando fue galardonado con el Premio Rómulo Gallegos. Esta eclosión hizo que se conociera su narrativa, que saliera del anonimato y se empezara a perfilar como un posible y nuevo narrador de la talla de Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar, o García Márquez. ¡Sin duda una herencia titánica!

Roberto Bolaño en México DF.

Pero este prometedor escenario se truncó en 2003, momento en el que Roberto Bolaño falleció en España víctima de una larga enfermedad (herencia quizás de aquellos años 60 y 70 vividos en México). Su muerte consiguió, sin embargo, hacer aún más grande su figura mítica como el escritor que lo deja todo por su obra, llegando incluso a escribir en su lecho de muerte (un asunto más literario sería imposible).

De esta manera se puede decir que el escenario se concretó a medias, porque siempre quedará la expectativa sobre qué hubiese seguido escribiendo y publicando Roberto Bolaño. Una pregunta cuya respuesta seguirá siendo parte “de una batalla futura”, como le gustaba decir al escritor. 

La primera obra que tuve la oportunidad de leer de Roberto Bolaño fue la Universidad desconocía, una compilación de textos poéticos, fragmentos de narraciones, y datos autobiográficos publicados por Anagrama. Para ese momento no había leído ninguno de sus cuentos, hasta que encontré Llamadas telefónicas, y luego la novela Estrella distante. Pero el asunto del Premio Rómulo Gallegos siempre estaba allí, y en una reedición de Los detectives salvajes, la compré e inicié una primera lectura en el año 2011. 

Me pareció una lectura inagotable, y al culminar pensé que el asunto de la ventana no estaba del todo dilucidado. Así que hice una siguiente lectura, y al volver a terminar, me di cuenta de que el asunto de la ventana tampoco estaba dilucidado, y así sellé la lectura, como se sellaba quizás una antigua tumba egipcia donde están todos los tesoros del reino. Al releerla, me doy cuenta de que nunca estará dilucidado el asunto de la ventana, porque Los detectives salvajes es una novela donde está todo, y no hay nada. 

Es ese el gran misterio que nos deja buscando una respuesta, o varias respuestas, sobre ese viaje que emprenden dos poetas marginales en un auto casi robado hacia un desierto inmenso, y un pueblo que ha quedado petrificado en la historia, paralizado, como un pedazo de piedra que alguien hubiese lanzado a la nada. Viaje que se alterna con otros más, donde nada es concreto, y donde todos parecen protagonistas o simples voces que aparecen para quizás validar la historia de Arturo Belano y Ulises Lima. 

Pero la figura que nunca habla, o de la que casi nada se sabe, es la verdadera protagonista, y más aún, es la presencia abarcadora en la narración, lo que ella significa, o significó, o significará para la historia (todo depende de la visión de Bolaño que adoptemos). Es la que encierra el misterio final, el círculo mítico de referencias y posibilidades que se escapan a medida que recorremos la geografía de la obra y los bosquejos de Cesárea Tinajero. 

Y acá podemos realizar o construir una relación directa con el desierto, pero también con el mar: primero, porque en la novela siempre parecemos caminar en un desierto bastante patético, lleno de sombras e historias marginales y marginadas; y segundo, porque en el mar parece perderse todo, y porque es en ese espacio donde la verdadera Cesárea Tinajero encontró su final.

Culminación muy parecida a la vivida por otra de las mujeres escritoras del mítico escenario literario latinoamericano, Alfonsina Storni. Ambas, tanto Cesárea Tinajero, como Alfonsina Storni, podrían ser el mismo personaje, podrían ser la misma historia fallida, la misma tragedia de nuestras letras, o el mismo fantasma que aparece a medias, para susurrar algo y desaparecer mientras unos seudo-poetas marginados lo persiguen.

Esta persecución se extiende mucho más atrás en el tiempo haciendo que la novela se transforme en un diálogo literario total, en una meta-narración, con una increíble capacidad de registros. Tal como Vila Matas lo hubiese referido en su texto Bolaño en la distancia.

“De esta novela tal vez lo más deslumbrante sea ese trabajo de lenguaje, esa cantidad de diferentes registros de voces que Bolaño va acumulando”.

Y son tantas las voces que intervienen en la obra para darle forma, que la impresión es que nunca acabaremos de saber nada, ni de tener una versión definitiva porque, de hecho, no la hay, y en cada historia nos podemos bifurcar hacia alguna de las posibles ventanas. 

Pero, ¿dónde inicia la persecución de Los detectives salvajes?, ¿cuál es el diálogo literario que nos propone? Mucho más allá del lenguaje y la construcción que logra Bolaño con él edificando los testimonios de una uruguaya, de un mexicano, o de un español. Está la edificación del mito. La misión de Arturo Belano y Ulises Lima es renovar la poesía latinoamericana, implosionar lo que ellos llaman “cultura oficial”, y sepultar la imagen de Octavio Paz, y todo aquello que se le asemeje porque lo consideran el “gran enemigo”.

Roberto Bolaño (1953 - 2003)

Esta fundación de un nuevo lenguaje o una nueva poética también fue la obra de Arthur Rimbaud. Así que la pista que persiguen Los detectives salvajes sobre Cesárea Tinajero también es la pista sobre Rimbaud: la construcción de la utopía, su imaginación, y la obsesión inicia allí. ¿Cuál es el texto que conecta a Cesárea Tinajero, la historia de México, las calles de París y el desierto de Sonora? Le Cœur volé (Corazón robado) de Rimbaud. Con él se da forma al mito iniciático, desde los propios gérmenes de la poesía moderna, y el de su más elevado exponente. 

El dato de este mito, y su antecedente, se cuenta en el antro de Priapo’s. Ulises Lima refiere a Alberto Moore que en 1865 una columna al mando del coronel Librbrecht se pierde en Santa Teresa (Sonora). Entonces el coronel Eydoux envía treinta jinetes en su búsqueda, comandados por el capitán Laurent, y los tenientes Rouffanche y González. Al llegar a Villaviciosa son hechos prisioneros, y luego de un juicio, fueron violados y asesinados por los jefes y campesinos del lugar, y unas sombras que montaban sus propios caballos. Solo Rouffanche logra escapar, huir por el desierto y regresar a Francia con el comandante Bazaine. Rouffanche será el caporal o el jefe del escuadrón con el cual se encuentre Rimbaud en su travesía. 

Esta historia sórdida es parte del imaginario de los real visceralistas (infrarrealistas). Ulises Lima (el poeta total) la irá depositando en algunos fragmentos de los capítulos, revelando con ello que la misión del real visceralismo pertenece por autenticidad al campo de la literatura y que ya se habían hecho intentos por liberar la poesía (entendida en el marco de los infrarrealistas) de las ataduras institucionales, sociales, y normativas que lo castran y lo pervierten todo. La apuesta máxima en este sentido es llevar a Juan García Madero al viaje iniciático como promesa de continuidad. 

En este telón de fondo se abre la inagotable narración posmoderna de Los detectives salvajes, donde todo está disuelto, fragmentado, encubierto, e irremediablemente perdido. Su capacidad de novela dialógica la define por excelencia. Sumando con ello una descollante abanico de intertextualidades, en las que el primer dato importante son los nombres ¿A que refieren Ulises Lima y Arturo Belano?, ¿por qué se llaman así? En el primero, Ulises, se hace una referencia directa a la Odisea, y el mito heroico del regreso; en el segundo, Arturo, el diálogo es con Rimbaud (Arturo Rimbaud, que es igual a: Roberto Bolaños)

La parodia con la Odisea tiene otros datos importantes, ya que Los detectives salvajes también se estructura en tres partes: la Telemaquía, García Madero entra al real visceralismo; luego los Viajes, signados por la segunda parte; y finalmente el Nostos (o el regreso al D.F). Un periplo que al igual que al Ulises de la Odisea le toma al Ulises de Los detectives salvajes, y a Arturo Belano, veinte años.

El diálogo con lo mitológico sigue disfrazándose en otras características, diferente en cuanto a que en Los detectives salvajes no existe nada central como en la Ítaca de la Odisea de Homero, y el regreso a un lugar seguro es imposible, porque ya todo está roto y hecho sombras.

El triángulo mítico que impulsa los viajes en Los detectives salvajes lo configuran la trinidad: juventud, poesía y rebeldía. En este punto tenemos otros dato importante ya que, en el caso de Ulises Lima y Arturo Belano, este triángulo también se ha disuelto, los postmodernidad se expresa también allí, porque ambos, más que representar esta trinidad, son unos iconoclastas, unos seudo poetas fracasados, llenos de contradicciones y rasgos infantiles, que se dedican al sabotaje de la vida cultural y el tráfico de drogas, sin ningún proyecto, y que buscan algo que no tiene espacio, forma o lugar. 

La parodia se centra en la propia vida de los personajes, porque ¿quién son Ulises Lima y Arturo Belano? El primero es Mario Santiago Papasquiaro, quizás el más paradójico y caricaturizado de todos, el mejor amigo de Bolaño, y poeta (según el gusto) infrarrealista. Arturo Belano es el alter ego de Bolaño. Pero el misterio siempre ha estado en quién es Juan Garcia Madero, ¿a quién representa en la realidad? Juan Villoro tiene un texto titulado El copiloto del Impala en el cual desarrolla una aproximación de Los detectives salvajes a la par de un título sugerente ¿es Juan Villoro el personaje de Juan García Madero? Este interrogante queda para el campo de la literatura.

Por su parte, el mito sigue expandiéndose desde Rimbaud. Nadie va a detener el diálogo literario, el constructo de palimpsesto, y las vertientes intertextuales, porque esas son las principales excusas de Bolaño para hacer de una tragedia patética y risible, algo con rasgos por momentos heroicos, por momentos conmovedores, o dignos de ser contados.

Y la pregunta es: ¿a quién le podría importar la vida o la búsqueda de un grupo de poetas extremistas y saboteadores? Si Los detectives salvajes no hubiese sido escrita, posiblemente a casi nadie, como de hecho, a nadie le importaba el infrarrealismo. La novela es la reivindicación de un movimiento literario marginal y sin ninguna producción significativa.

La misma reivindicación ocurre para Concepción Urquiza. La imagen velada que camina entre los fantasmas al igual que Rimbaud. Parte de la crítica mexicana ubicó a Concepción Urquiza como la escritora más importante del siglo XX para su literatura. Nació en Michoacán en los albores de la Revolución Mexicana (1910) y junto a Sor Juana Inés de la Cruz comparte la misma relevancia. Un dato importante es que fue una niña prodigio. Publicó su primer texto a los doce años, y ya a partir de allí se hizo colaboradora y periodista. El misterio de su vida lo representa Cesárea Tinajero en Los detectives salvajes, y es ella la cumbre del mito para los real visceralistas.

Concepción Urquiza (Cesárea Tinajero) conforma la madre de un grupo literario huérfano, pisoteado por Octavio Paz y otros escritores, como Monsiváis. En la Ciudad de México nadie desea la presencia de Ulises Lima y Arturo Belano, de igual forma ellos desaparecen. Y este dato es muy importante, porque Cesárea Tinajero también desaparece, nadie sabe nada de ella. En la vida real Concepción Urquiza también realizó la misma renuncia, el mismo acto de desaparición o abandono. 

Se sabe muy pocas cosas fidedignas de su vida. Pero sí se cuenta con la certeza de que perteneció al Estridentismo, uno de los grupos de las Vanguardias artísticas mexicanas desarrolladas en la década de 1920. Pero cabe preguntarse ¿quiénes eran los estridentistas?, ¿qué lectura de la Vanguardia mexicana hacen Lima y Belano? El Estridentismo representa un movimiento heterogéneo de artistas, donde la arquitectura, el diseño y la literatura fueron lo fundamentales. Estuvo ligado a la llamada Revolución Mexicana. De allí que la lectura de Los detectives salvajes es de búsqueda de la utopía.

Café La Habana, México DF.

Todo lo dialógico que se une con la Odisea, Rimbaud, Concepción Urquiza, y la ciudad de México, encuentra su contexto mitológico en la resurrección de las vanguardias como añoranza de un proceso que no llegó a cristalizarse. Otro dato que se puede sumar en esta similitud degradada entre estridentistas e infrarrealistas inicia en los cafés. En Los detectives salvajes encontramos el Café Quito, donde suelen darse las reuniones del real visceralismo. ¿Cuál era el lugar de los estridentistas? Su lugar de reunión se conocía como: Café de Nadie. El café de Los detectives salvajes existe en la realidad, pero se llama Café Habana. Por su parte el Café de Nadie existe en el número 100 de la avenida Jalisco (Álvaro Obregón), en el barrio de la Roma de Ciudad de México. El escritor estridentista Arqueles Vela lo inmortalizó en su novela El Café de Nadie (1926). Tal era la importancia de estos lugares para las vanguardias, cosa que copian los real visceralistas. Cabe destacar que esta novela es única en su género, y la única narración mexicana que se desarrolla totalmente en un café. 

Con estos nexos urbanos entre ambos movimientos el mito avanza sobre el desierto de Sonoro donde se pierde el rastro de Concepción Urquiza. Pero en realidad, ¿se perdió allí Cesárea Tinajero? Nadie lo sabe, la intuición es la brújula que guía la parodia. Lo que se sabe es que María Concepción Urquiza del Valle poseía una capacidad superlativa para la literatura, y fue secretaria del General Heriberto Jara (1924-1928), cuyo alter ego en Los detectives salvajes es el General Diego Carvajal, mecenas en la vida real de los estridentistas, otro dato importante para formar parte del mapa mitológico sobre el cual se mueve Ulises Lima y Arturo Belano.

En esta búsqueda sobre el desierto, los dos huérfanos (Mario Santiago, Roberto Bolaños), buscan otra huérfana, porque Cesárea también es una huérfana de padres y de movimiento, tampoco pertenece a nada, y también está perdida en una especie de misticismo. Entonces el mito literario se transforma en el mito de la orfandad. Y al igual que Rimbaud, Concepción Urquiza eligió el silencio como forma de permanencia. En esta intertextualidad entre mito y literatura no es fácil encontrar algo para seguir el viaje, sin embargo, avanzamos porque en todo momento creemos encontrar la revista Caborca, otro mito de la vanguardia, otra orfandad inmensa y vacía, como un ahogo.

(…) Cesárea por esa época vivía en una vecindad que había en la calle Las Cruces y Encarnación con una tía (la pobrecita era huérfana de padre y madre) en la calle Delicias, creo. Las dos trabajaban casi todo el día. Cesárea en la oficina de mi general Diego Carvajal, un general amigo de los estridentistas aunque no sabía una mierda de literatura (…) Amadeo Salvatierra, calle República de Venezuela, cerca del Palacio de la Inquisición, México DF, enero de 1976. (Los detectives salvajes)

Concepción Urquiza por su parte, publicó varios textos y colaboraciones en la Revista de Revistas de Yucatán. Su importancia se hizo evidente, cuando lograron ver la capacidad de sus construcciones poéticas. Pero el silencio rimbauldiano posterior materializó su mito. En este misterio se sabe que vivió en Nueva York donde acrecentó sus capacidades literarias y su conocimiento de las vanguardias. Al regresar a México renunció a sus intereses políticos, desarrolló una literatura mística y no participó de ninguno de los grupos literarios. ¿De qué huía Cesárea Tinajero?

Y en este punto podemos sumar otro dato al gran recorrido de Ulises Lima y Roberto Belano, y es el diálogo solapado con otra referencia literaria, la novela Manhattan Transfer de John Dos Passos, quizás el novelista más vanguardista de la Generación perdida norteamericana. Manhattan Transfer se desarrolla en la Nueva York de 1920. Al igual que Los detectives salvajes, está construida en fragmentos de testimonios, es una novela coral sobre una ciudad, y una variedad de personajes que se pierden en las páginas y las sombras. ¿Fue María Concha Urquiza uno de los muchos personajes que dan sus testimonio en Manhattan Transfer? Lo que sabemos es que Cesárea Tinajero vivió en Nueva York en aquellos años locos. 

Y tal como referimos al principio, el mito termina en el mar. Luego del desierto parece extenderse una inmensa capa azul sobre la cual cruzan unas gaviotas. Y allí vemos la Ensenada, Baja California. Porque justo allí el 20 de Junio de 1945, se vio por última vez a Cesárea Tinajero. Iba en una excursión con unos amigos, entre ellos un padre. María Concha Urquiza quería cruzar a la otra orilla de la Ensenada. Todos abordaron una lancha. Cultivadora del erotismo, la inocencia, la vanguardia, el misticismo, la divinidad, y el estridentismo, lo había sido todo, y no era nada. “Era ausencia” refirió Bolaño en una entrevista. 

Bahía de Todos Santos se llama el lugar donde está el Estero de Punta Banda de Baja California, es lo que se sabe. Todo lo demás sigue siendo un misterio literario e histórico. El grupo que acompaña a Concha Urquiza la deja junto a un amigo en la barra de arena del Estero, a petición de ella y su acompañante. Los de la lancha se alejan en el mar. Y justo después de mediodía Cesárea Tinajero quiere regresar a la orilla. Se dice que le sugirió a su amigo Carlos hacerlo nadando. Era buena nadadora.

Una versión cuenta que un accidente debido a las altas temperaturas del agua y el oleaje, hizo que se ahogaran. Por su parte, el mito nos dice que María Concha Urquiza se internó en las aguas, y se hundió en el mar bajo el cuerpo pesado de las olas, terminando con su vida, y que Carlos murió al intentar rescatarla. Nada se sabe. También se habla de un pacto entre los dos. Lo cierto es que todo termina en las frías y expandidas aguas del pacifico mexicano, visibles desde muchas ventanas.

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