Los fugitivos es un cuento del escritor Alejo Carpentier, uno de sus primeras piezas que, sin embargo, presenta temas que serán muy recurrentes en su obra. Conoce más de este grandioso cuento.

Por: Luis Miguel Mesa Díez*

Ficha técnica:

  • Título: Los fugitivos.
  • Autor: Alejo Carpentier.
  • Año de publicación: 1946.
  • Páginas: 10.
  • Temas: esclavitud, retorno al origen.

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El siguiente es un trabajo que realicé para el «Seminario autor: Alejo Carpentier» durante mi Maestría en Literatura dictado por el escritor y profesor colombiano Pablo Montoya. Es un análisis del cuento «Los fugitivos» del escritor cubano Alejo Carpentier, publicado por primera vez en 1946 y recogido en el libro de cuentos Guerra del tiempo.

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Cita este artículo en APA así: Mesa Díez, L. M. (25 de agosto de 2020) La naturaleza y el retorno al origen en Los fugitivos de Alejo Carpentier. Recuperado de El Estante Literario: https://elestanteliterario.com/blog/los-fugitivos-carpentier/

¡Buena lectura!

Resumen Los fugitivos de Alejo Carpentier

El cuento «Los fugitivos» es un cuento que escribió Alejo Carpentier y que presenta un tema central en su obra: el retorno al origen. Sin embargo, la forma de abordar el tema en esta narración es única en la obra del escritor cubano pues, como dice Frank Janney, los recursos del realismo maravilloso, presentes en el resto de su obra, en este cuento “se sustituyen por un económico y tajante realismo”. El presente análisis busca rastrear esta idea del retorno al origen en la fuga del ingenio por parte de los protagonistas hacia un espacio natural y salvaje que se presenta en el cuento como un ideal de libertad.

Palabras clave: Alejo Carpentier, libertad, Los fugitivos, naturaleza, retorno al origen.

Introducción

Publicado en 1946 en El Nacional de Venezuela y ganador del premio al mejor cuento del año otorgado por dicho diario, Los fugitivos es un cuento que, aunque aborda un tema familiar en Carpentier, difiere un poco del resto de su obra en la forma y en los recursos narrativos generalmente usados por el autor. El mismo Carpentier se refirió a esta singularidad diciendo que Los fugitivos «responde en realidad a un estilo que no es el mío.»[1] El “económico y tajante realismo” con el que Janney (Janney, 1981) califica el estilo de este cuento se distingue, efectivamente, de trabajos contemporáneos del autor como el cuento Viaje a la semilla, publicado dos años antes y similar a Los fugitivos en el tema del retorno al origen. Hay, sin embargo, dos diferencias clave entre estos dos cuentos: la primera es, por llamarlo de alguna manera, el mecanismo de regresión: en Viaje a la semilla la regresión es cronológica, en Los fugitivos, en cambio, no hay una alteración mágica del tiempo, sino que la regresión se percibe en las acciones y costumbres de los protagonistas; la segunda es que en Viaje a la semilla el origen está en el vientre de la madre, y en Los fugitivos en “un estado anterior al mundo occidental, representado por la naturaleza” (William, 1991).

Este análisis se centrará entonces en la naturaleza y su importancia en la idea del retorno al origen en Los fugitivos. En un primer momento se observará la presencia de esta en el aspecto formal del cuento y en el protagonismo, y que se convierte en el eje que moverá el engranaje de la acción con sus ciclos, como la primavera, y con sus demandas instintivas, como la satisfacción del deseo sexual. Después, se presentará al estado natural como un ideal de libertad que buscan los personajes cuando escapan del ingenio azucarero. Pero antes de abordar cualquier elaboración conviene volver al origen de todo, es decir, al cuento mismo.

La historia de Cimarrón y Perro se sitúa en los alrededores de un ingenio azucarero durante la época de la esclavitud en Cuba. Un esclavo fugitivo se une a un perro, que, por seguir la pista de una perra en celo, ha abandonado el rastro de su jauría, cazadora de negros fugitivos. Hombre y animal, unidos por las mismas necesidades, duermen, cazan y comen juntos en una vida salvaje alejada del ingenio. Pero Cimarrón, ansiando placeres olvidados y cada vez más imprudente en su busca de mujeres y aguardiente, es apresado por el mayoral de la hacienda. Perro, desamparado y alejado del hombre, olvida progresivamente su vida con este y termina uniéndose a una manada de perros jíbaros. Un día, siguiendo el rastro de una de las piezas grandes que cazan en grupo, los perros salvajes se topan con el esclavo que ha vuelto a escapar. Perro y Cimarrón se reconocen, el hombre se acerca y el animal lo huele. Pero entonces Perro recuerda la consigna antaño dada por el mayoral y se arroja al cuello de Cimarrón dejando de él solo huesos y cadenas.

La historia de Cimarrón y Perro se sitúa en los alrededores de un ingenio azucarero durante la época de la esclavitud en Cuba. Un esclavo fugitivo se une a un perro, que, por seguir la pista de una perra en celo, ha abandonado el rastro de su jauría, cazadora de negros fugitivos. Hombre y animal, unidos por las mismas necesidades, duermen, cazan y comen juntos en una vida salvaje alejada del ingenio. Pero Cimarrón, ansiando placeres olvidados y cada vez más imprudente en su busca de mujeres y aguardiente, es apresado por el mayoral de la hacienda. Perro, desamparado y alejado del hombre, olvida progresivamente su vida con este y termina uniéndose a una manada de perros jíbaros. Un día, siguiendo el rastro de una de las piezas grandes que cazan en grupo, los perros salvajes se topan con el esclavo que ha vuelto a escapar. Perro y Cimarrón se reconocen, el hombre se acerca y el animal lo huele. Pero entonces Perro recuerda la consigna antaño dada por el mayoral y se arroja al cuello de Cimarrón dejando de él solo huesos y cadenas.

La naturaleza como origen

En Los fugitivos, encontramos el mismo plan obsesionante de fundir a hombre y naturaleza, pero aquí el autor realiza su propósito abiertamente en la superficie de su cuento (o sea, en el nivel de la acción) por medio del uso consciente e insistente del paralelismo entre el ser humano y el animal. (Janney, 1972, pág. 100)

Desde el inicio mismo de Los fugitivos el lector se percata de que su visión de los acontecimientos no está dada por la visión, sino que el punto de vista lo tiene, sobre todo, un personaje que, más que ver, huele, siente y escucha: Perro. En esta narración en tercera persona, la focalización se traslada en la mayor parte del cuento a Perro, cuyas acciones, naturalmente, están guiadas por sus instintos y sus sentidos, más agudos que los del hombre. De ese modo sentimos el olor a negro, a hembra, a efluvios de frutas caídas y oímos el ladrido lejano de la jauría salvaje. Estos dos sentidos, el del olfato y el oído, han sido relegados en el humano por el de la vista. El hombre es un animal visual, y por eso Perro piensa que “tal vez el cimarrón estaba escondido arriba, en alguna parte, a horcajadas sobre una rama, escuchando con los ojos.” (Carpentier, 1980).

Esta preferencia de una perspectiva animal es quizás el primer intento, la primera pista que da Carpentier para indicarnos el importante papel que cumple la naturaleza en la narración, y para hacer un paralelo entre hombre y animal. Conocemos el mundo del ingenio a partir de los olores del mayoral, del cura, de la leña quemada y de las limaduras de cascos de caballo. Y también, más diciente aún, la narración de Perro sugiere un extrañamiento ante las conductas humanas, ante “la incomprensible afición del amo por los langostinos”, ante las esperas al borde del camino o ante el olor a alcohol que “Perro detestaba tanto como el del tabaco”. De este modo Carpentier, consciente e insistentemente, distingue el actuar del hombre y del del animal y empieza a desplazar el cuento desde un estadio humano y civilizado (el ingenio) hacia uno animal y salvaje (el monte).

Desde el momento de la fusión entre hombre y naturaleza, cuando Cimarrón invita a Perro a seguirlo, comienza la regresión, el olvido de las costumbres de ambos: se olvidan de la cotidianidad y de las rutinas del ingenio, de “los tiempos en que habían comido con regularidad”, lo que los obliga a devorar “lo que se agarrara, de una vez, engullendo lo más posible”; ya no los despiertan las campanas del ingenio y en cambio se levantan al alba a cazar después de dormir en cavernas y luego en cuevas bajas “donde el hombre tuvo que entrar en cuatro patas” (símbolo de una etapa temprana, de un origen, que Carpentier usa también en ¡Ecué-Yamba-Ó! en la niñez de Menegildo, y en la de Marcial en Viaje a la semilla); después, y por último para Cimarrón, vendrá la búsqueda de la satisfacción del deseo sexual, “la posesión de la hembra y la reintegración a un medio primitivo” que es “la ruta simbólica que conduce a lo auténtico.” (Janney, 1972).

Los fugitivos traza entonces esa regresión a lo salvaje en el plano de las acciones: el hombre se va pareciendo cada vez más al animal y ambos van “acercándose, lado a lado, la cabeza del hombre a la altura de la cabeza del perro”. Pero llegará el punto en que sea Perro quien continúe solo su salvajización. El ansia de placeres olvidados, la necedad y la imprudencia de Cimarrón lo conducirán de vuelta al mundo del hombre en el ingenio con “hierros en el cuello y los tobillos”; Perro, mientras tanto, olvidará el ingenio, su campana perderá todo sentido en los terrenos agrestes y en los mogotos casi inaccesibles al hombre. Y con una nueva primavera vendrá, como antes vino, la llamada del instinto.

“Los fugitivos está ligado a los ciclos estacionales de la naturaleza. Específicamente, la historia cubre un periodo de dos años en los que el advenimiento de tres primaveras marca momentos decisivos. Con la llegada de cada primavera, los sentidos e impulsos renovados del hombre y del perro —reflejados en la transformación de la naturaleza— determinan el destino de cada uno. Hombre y animal […] están tan ligados a las metamorfosis estacionales como lo están los reinos más primitivos de la naturaleza. [2] )

Janney, 1981, pág. 109

Efectivamente, la primavera aparece en Los fugitivos como un elemento más de esa fusión entre el hombre y la naturaleza. Ellas son los ejes del cuento y “marcan la recurrente crisis cíclica que excita los sentidos y pone en marcha el engranaje de la acción y del destino” (Janney, 1972). En cada primavera ocurrirá un cambio, nacerá una necesidad ligada al instinto que moverá a los personajes a la acción: en la primera, el olor a hembra hace apartar a Perro de la jauría del ingenio y encontrar a Cimarrón; en la segunda, ambos retornan al ingenio azucarero en busca de la satisfacción del deseo sexual y el animal abandona al hombre; en la tercera, comienza el desenlace cuando Perro huele nuevamente el rastro de la hembra y se une a la jauría de jíbaros. 

La primavera sirve también, en un plano simbólico, para señalar el renacimiento, la nueva vida que Cimarrón y Perro empiezan al huir del ingenio, de ese lugar donde “había demasiados látigos, demasiadas cadenas, para quienes regresaban arrepentidos” (Carpentier, 1980). La libertad está entonces más allá del batey, lejos del mayoral y de “la apremiante espadaña”, la libertad está en un “estado anterior al mundo occidental, representado por la naturaleza” (William, 1991).

El origen como libertad

Pocos seres pueden reconocerse tan privados de libertad como un esclavo o un perro. El primero, arrebatado de sus tierras, de sus tradiciones y de su nombre, llamado “Cimarrón” más por su condición que por su individualidad, se vuelve víctima de un sistema destructivo e implacable. Dice LaRubia-Prado que “no podrá encontrarse a nadie más desfavorecido en formación social alguna que un esclavo y, por ende, más interesado en buscar un lugar aceptable para sí en ella o fuera de ella.” (LaRubia-Prado, 1985) El perro, por su parte, con “un collar de púas de cobre con una placa numerada” (Carpentier, 1980), llamado genéricamente “Perro”, es también víctima del sistema y de la domesticación del hombre. En la vida salvaje “sin campanas ni patadas” encuentran ambos la libertad.

“El tema de Los fugitivos tiene como matriz semántica la oposición entre ‘esclavitud’ y ‘libertad’. La esclavitud como condición de existencia y la libertad como aspiración, como objeto de valor.” (Santander, 1987). Así pues, Los fugitivos presenta un esquema actancial en el que Perro y Cimarrón son sujetos, y la libertad es su objeto de deseo en la huida del ingenio. Ambos huyen de su presente, de un sistema esclavista en el que los hombres son dueños de otros hombres, hacia un tiempo anterior a la historia y a la presencia de un mundo contemporáneo, hacia un pasado primitivo de libertad anterior a ingenios, mayorales, campanas, cadenas y collares de púas de cobre con placas numeradas.

Pero Cimarrón y Perro se irán dando cuenta con el transcurso del tiempo de que la libertad no es solo la ausencia de cadenas, patadas y campanas. Los fugitivos es una metáfora de la libertad y sus implicaciones. Aunque en un principio el binomio parece gozar de su libre albedrío al cazar su propia comida y seguir sus propios caminos, pronto se verán subyugados, como lo notamos anteriormente, a fuerzas que los sobrepasan, como los instintos que determinan su actuar o las necesidades que los obligan a buscar su propia comida y a protegerse. 

En los primeros días, Perro y Cimarrón echaron de menos la seguridad del condumio. Perro recordaba los huesos vaciados por cubos, en el batey, al caer la tarde. Cimarrón añoraba el congrí, traído en cubos a los barracones, después del toque de oración o cuando se guardaban los tambores del domingo.

Los fugitivos, Carpentier, 1980.

Esta ansia de seguridad y de rutinas lleva a Cimarrón a vigilar el camino como una forma de entrar en contacto con la civilización. Después, en el accidente de la volanta, el negro vuelve a tener contacto con la sociedad y, a partir de allí, “el dinero señala el comienzo de la caída del esclavo en la tentación y su desventurado retorno al mundo del hombre.” (Janney, 1972).

El cimarrón empieza a robar, a beber, a fumar y a frecuentar las casas de mujeres. La civilización reclama a su hombre y el negro empieza a aventurarse en el caserío del ingenio, incapaz de volver completamente al estado de naturaleza para terminar siendo capturado de nuevo por el mayoral y, después, en su nueva huida, por Perro, su antiguo compañero que de repente, como el mismo Cimarrón, termina siendo reclamado y gobernado por el sistema, por su pasado, por el recuerdo de la vieja consigna dada por el mayoral del ingenio el día en que un esclavo huyó al monte.

Conclusión

Alejo Carpentier presenta en Los fugitivos una narración realista y coherente en varios planos: en la armonía entre el fondo y la forma, y en la correspondencia temática del cuento con el resto de sus obras. “La idea de la naturaleza como principio opuesto objetivamente a la sociedad y a la historia” (Tobío, 2008) se ve representada en la huida de Perro y Cimarrón hacia una entorno natural, salvaje, alejado del ingenio.

Pero la idea de una vuelta, de un retorno, siempre sugiere algo cíclico, y Los fugitivos lo demuestra en varios momentos: en los arquetípicos, genéricos y atemporales nombres de “Cimarrón” y “Perro”, en el regreso de la primavera, en la remembranza de sensaciones que se vivieron y que se persiguen nuevamente (“los placeres olvidados”) o en las consignas que se recuerdan y se ejecutan. Por eso la realidad que subyace en Los fugitivos, y que estará también en obras más tardías del escritor cubano como Los pasos perdidos, es el fracaso de la fuga y de ese retorno al origen que parece asemejarse a la travesía de los caballos del trapiche que cada día “iniciaban su largo viaje en redondo”.

*Traductor y estudiante de Maestría en Literatura de la Universidad de Antioquia (ver más).
Trabajo final presentado para el curso Seminario Alejo Carpentier de la Maestría en Literatura de la Universidad de Antioquia, dictado por el profesor Pablo Montoya.

Notas

[1] Joaquin Santana, «Los pasos encontrados,» entrevista con Alejo Carpentier en La Habana (diciembre, 1970), p. 47. Citado por Frank Janney, «Apuntes sobre un cuento de Alejo Carpentier: Los fugitivos,» en Asedios a Carpentier.

[2] La traducción es mía.

Bibliografía

Carpentier, A. (1980). Los fugitivos. En A. Carpentier, Cuentos completos (págs. 59-70). Buenos Aires: Bruguera.

Janney, F. (1972). Apuntes sobre un cuento de Alejo Carpentier: Los fugitivos. En K. Müller-Bergh, Asedios a Carpentier (págs. 89-100). Santiago de Chile: Editorial Universitaria.

Janney, F. (1981). Alejo Carpentier and his early works. Londres: Támesis.

LaRubia-Prado, F. (septiembre de 1985). “Los fugitivos” de Alejo Carpentier en su contexto: convergencia de ideología y estructura. Afro-Hispanic Review, 4(2/3), 17-21. Recuperado el 10 de julio de 2020, de http://www.jstor.org/stable/23053872

Pacheco, C. (2004). Un diluvio verdaderamente universal: Americanismo y universalidad en los cuentos de Alejo Carpentier. En A. M. Rodríguez, Nuevas lecturas de Alejo Carpentier (págs. 23-52). Caracas: Fondo Editorial de Humanidades y Educación.

Santander, C. (1987). La estructura musical en «Los fugitivos”, de Alejo Carpentier. LETRAS (15-16-17), 237-247. Recuperado el 10 de julio de 2020, de https://www.revistas.una.ac.cr/index.php/letras/article/view/4884

Tobío, L. M. (2008). Prólogo. En A. Carpentier, El siglo de las luces (págs. 7-73). Madrid: Akal.

William, L. (marzo de 1991). Historia, naturaleza y memoria en Viaje a la semilla. Revista iberoamericana, 151-160. doi: https://doi.org/10.5195/reviberoamer.1991.4863.

Cita este artículo así (APA):

Mesa Díez, L. M. (25 de agosto de 2020) La naturaleza y el retorno al origen en Los fugitivos de Alejo Carpentier. Recuperado de El Estante Literario: https://elestanteliterario.com/blog/los-fugitivos-carpentier/

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