Frutos de mi tierra, la primera novela del escritor antioqueño Tomás Carrasquilla es una historia llena de humor al mejor estilo Carrasquilla. ¿Es sólo una novela costumbrista? Entérate leyendo la reseña. ¡Buena lectura!

Ficha técnica:

Título: Frutos de mi tierra.
Autor: Tomás Carrasquilla.
Año de publicación: 1896.
Extensión: 400 páginas.
Calificación mía en Goodreads: 4

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Biografía corta Tomás Carrasquilla

Tomás María Carrasquilla Naranjo nació el 17 de enero de 1858 en Santodomingo, en la entonces provincia de Antioquia, República de la Nueva Granada. Santodomingo es un pueblo, que como los nidos de las águilas, está encaramado en los riscos de Antioquia a unas tres horas al noreste de Medellín.

En este este pueblo, que como muchos no ofrece demasiados divertimentos, pasó Carrasquilla sus primeros años y allí, dado que era hijo de una familia culta y con dinero, tuvo a su alcance muchos lectores y libros que significaron para él el escape de un pueblo lento y aburrido.

Así pues, Carrasquilla paso su niñez y adolescencia entre libros que le permitieron empezar a conocer autores y obras que formaría después sus criterios literarios.

Hoy en día está en Santodomingo la Casa museo Tomás Carrasquilla, donde se conserva la casa donde vivió, algunos de sus manuscritos y la Biblioteca del Tercer Piso, una biblioteca histórica que cuenta con ejemplares únicos y escasos como la primera versión de Don Quijote de la Mancha.

Como muchos padres de antes y de ahora, los de Carrasquilla querían que él fuera médico o abogado. Por su inclinación hacia las letras se decantó por el derecho y en 1876 llegó a la Villa de Nuestra Señora de la Candelaria, más conocida ahora como Medellín, para ingresar a la Universidad de Antioquia, de donde saldría un año después por una guerra civil que supuso el cierre del claustro universitario.

Para entonces Carrasquilla había empezado ya a integrar los círculos literarios de la ciudad y en 1890 fue invitado por Carlos E. Restrepo al Casino Literario, un club de intelectuales y poetas antioqueños entre los que estaban León de Greiff, Pedro Nel Ospina.

En vida Carrasquilla conocería también a personalidades como Fernando Gonzáles y Ricardo Rendón, el caricaturista en el que se inspiró Juan Gabriel Vásquez para su obra Las Reputaciones.

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Para ingresar al Casino Literario había un requisito: escribir un texto de autoría propia y compartirlo con los demás integrantes. Así fue que Carrasquilla escribió Simón el mago, un pequeño cuento muy conocido de él que cuenta la historia de dos niños que, obsesionados con la brujería, llegan casi a la catástrofe al intentar volverse brujos gracias a las historias fantásticas de la sirvienta negra Frutos.

El cuento fue tan bien recibido por los miembros del Casino Literario, que le propusieron publicarlo. Este sería el existoso comienzo de la carrera literaria de Tomás Carrasquilla. Publicaría después para diferentes diarios una serie de cuentos y varias novelas entre las que están Blanca, Frutos de mi Tierra, La Marqueza de Yolombó y A la diestra de Dios Padre, estas últimas las más conocidas de él, y Hace Tiempos, novela que le dio gran reconocimiento y que le hizo merecedor del  Premio Nacional de Literatura y Ciencias otorgado en 1936 por la Academia Colombiana de la Lengua.

El nombre de Tomás Carrasquilla se empezó a conocer no solo en Medellín, sino en toda Colombia. Sus textos fueron elogiados por su prosa original, su estilo desenvuelto y humorístico y los temas tan propios y costumbristas de sus obras; sin embargo, encontró también detractores por estas mismas razones. Muchos de sus críticos calificaron, no sin una pizca de desprecio, de extremadamente costumbrista y falto de fondo. Argumentaban que sus obras no tenían fuerza y que los temas no pasaban de ser anécdotas de gente de pueblo.

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Sin embargo, después diría don Miguel de Unamuno, gran admirador de Carrasquilla, que en su obra la costumbre no era un fin en sí misma, sino que Carrasquilla la incorporaba al desarrollo de la acción y al destino de los personajes.

La enfermedad le llegaría a don Tomás Carrasquilla hacia sus 77 años, cuando quedó ciego y sus posibilidades de movilidad y creación se limitaron en demasía. Finalmente, el 21 de diciembre de 1940 en el cementerio de San Pedro de Medellín, se dio sepultura a un auténtico escritor que logró encarnar la idiosincrasia del pueblo antioqueño en obras memorables que, desafortunadamente, han pasado un poco al olvido, que ya poco se leen y casi ni se editan.

frutos de mi tierra

Resumen Frutos de mi tierra

Frutos de mi tierra nace de una discusión en el Casino Literario. Los miembros del club estaban discutiendo sobre si en Antioquia había material “novelable”. Todos argumentaban que no lo había, excepto Carlos E. Restrepo y Tomás Carrasquilla, quienes con donaire sustentaban que de Antioquia y sus costumbres podía construirse una novela.

Fueron tales los argumentos de ellos dos que el resto de los miembros quedó convencido de que sí había material novelable en Antioquia. Para confirmarlo, Carrasquillas se puso en la tarea de escribir una novela sobre Antioquia y el fruto fue, claramente, Frutos de mi tierra.

Esta novela, cuyo título inicialmente había sido “Jamones y Solomillos”, está compuesta por dos historias paralelas: la de la familia Alzate, donde se cuenta cómo se da el ascenso económico de esta familia liderada por Augusto y Filomena, y todas las historias de traiciones, envidias, engaños, pasiones y desasosiegos de ellos dos y sus hermanas Nieves y Belarmina y, finalmente, la caída en desgracia de la familia; la segunda, la de Martín Gala, un estudiante joven y rico que se enamora de la bella Pepa Escandón. Esta, que para mí es la mejor como siempre que hay historias de amor y deseo, cuenta cómo Martín Gala se enamora de Pepa y cómo esta lo hace sufrir.

A la par con las dos historias, se dan descripciones demasiado graciosas y precisas de las costumbres de la región antioqueña y de todo el paisaje montañoso de Medellín.

Análisis literario

Dado que Frutos de mi tierra surgió a partir de la discusión de si se podía hacer una novela sobre Antioquia, la obra abunda en descripciones sobre las costumbres antioqueñas, sobre el paisaje de la región y sobre las creencias y supersticiones de esta tierra montañosa.

A la par que se ensalzan algunos de estos rasgos del antioqueño, se critican con precisión algunos, como la exagerada religiosidad y superstición de los antioqueños de la época, el chismorreo y los vicios de la gente. Todo esto Carrasquilla lo presenta siempre con un tono burlesco y satírico que crea un impacto conciso pero persuasivo que lleva inevitablemente al lector de la risa a la reflexión.

Algo interesante en la novela es cómo de esta se sirve Carrasquilla para hacer una crítica a la cultura esnobista de la Antioquia de entonces. Es recurrente en la novela que los personajes desprecien lo local, que denuncien lo falto de estilo del habla y del vestir antioqueños, comparados con el bogotano; o de lo colombiano, con lo europeo.

La admiración por lo capitalino, su educación, hábitos y forma de hablar en la persona de César Pinto va en menosprecio de lo paisa, de lo de Medellín, sobre todo en la persona de Filomena. El desprecio que expresa César por las conductas montañeras de los antioqueños, sobre todo en los Alzate, pero también en la vida social de Medellín que la califica de retrógrada y aburrida. Este punto es interesante, porque Carrasquilla muestra cómo desde la capital se despreciaba lo que estuviera fuera de ella.

Acá hay un trasfondo histórico interesante. Después de la independencia, el gobierno inició entonces el proyecto nacional andino-centrista orientado por las élites, sobre todo de la capital, que imaginaron un prototipo nacional blanco y andino.

Estos prototipos tuvieron profundos impactos en las dinámicas de inclusión/exclusión sobres colectivos y territorios que no coincidían con las representaciones de lo que debía ser la nación. En el caso de las regiones aisladas, con economías frágiles, reducidos círculos intelectuales y escasa influencia en la vida política nacional, las imágenes que primaron fueron las emanadas del centro que constituía Bogotá; mientras tanto, regiones como Antioquia, cuya dinámica económica llegaría a ser decisiva para la inclusión del país en el mercado internacional a finales del siglo xix, tuvieron la posibilidad de disputar su derecho a representarse a sí mismas.

Este derecho lo obtuvo Antioquia, sobre todo, por el poder económico que le daría a la región la minería y el cultivo del café, además de que, precisamente por este crecimiento económico, empezó a haber una proliferación en la vida cultural e intelectual de la región que le valieron a Antioquia para posesionarse como la segunda ciudad más importante del país.

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Sin embargo, desde Bogotá se seguía mirando con recelo lo que venía de fuera de ella. Carrasquilla sufriría críticas sobre todo desde los círculos intelectuales de Bogotá que, algo peyorativamente, lo tachaban de extremadamente regionalista y costumbrista.

Estas críticas harían que Carrasquilla no tuviera un prestigio nacional fuerte entonces, pero que cambiaría un poco hacia 1950 gracias a los trabajos del erudito Canadiense Kurt L. Levy que estudió a profundidad la obra del antioqueño y le dio cierto reconocimiento internacional.

Vemos pues que este sentido de superioridad, digamos, del que se vanagloriaba Bogotá tiene su reflejo y personificación en César Pinto. Algo interesante acá es el uso de palabras como cachacada y chachaco para señalar lo bueno en el vestir y el hablar, referente directo a los cachacos, como se les llama en el país a los bogotanos.

Sin desmeritar el fondo de la novela como tal, hay que admitir que ella carece un poco de complejidad psicológica y su temática es más bien moderada. Sin embargo en esta obra Carrasquilla deja ver su gran destreza narrativa y descriptiva, su estilo vivo y animado.

En la novela se pueden señalar rasgos de la novela del siglo XIX donde hay un narrador muy presente que interrumpe en la narración para llevarnos de un punto a otro con giros como “Pero volvamos ahora a…” cuando este se ha salido un poco de la historia para abordar otras cuestiones.

Debe escribirse como (…) hablan las gentes, no como lo establece la gramática.

Tomás Carrasquilla

Me fue inevitable también sentir a veces que leía el Quijote, porque algunos giros y formas narrativas son muy parecidos a los de Cervantes en esta novela, sin mencionar que dentro de Frutos de mi tierra hay varias alusiones a esta obra, algunas hechas tan evidentes como un capitulo que se llama como uno del Quijote, La cueva de Montesinos.

Sin embargo, lo más bello, lo que a mí me generó más goce y disfrute, y una de las cosas mejor logradas por Carrasquilla en esta novela, son la exquisitez en los diálogos.

Carrasquilla tenía una premisa en su escritura:

De este modo el autor muestra en sus diálogos las diferencias dialectales de los personajes dependiendo de su grado de educación, de su clase social o de su origen. Esta estrategia le da mucha vida y dinámica a la narración, permitiendo configurar de manera más rica a cada personaje. Desfilan en los diálogos verbos mal conjugados, faltas de concordancia, giros extraños y expresiones propias de las gentes. Con esto Carrasquilla muestra la riqueza dialectal antioqueña y bogotana, sobre todo, poniendo en relieve sus ritmos y cadencias.

Opinión

Esta novela es un deleite.

Como dije, si bien la historia es sencilla, es también muy, muy entretenida. No sentí nunca aburrirme, aunque me gustó más la historia de Martín y Pepa, y sin duda me reí mucho con las ocurrencias de los personajes y con la forma en que hablaban.

Es cierto que, lastimosamente, esta novela puede ser difícil de leer para aquellos que no estén familiarizados con el habla antioqueña. Fue incluso a veces difícil para mí porque muchos de los términos no los entendía al ser ya un poco arcaicos; sin embargo no podía evitar al leer recordar la manera en que hablaba mi abuela y a veces en la que lo hacen mis padres. Esto fue para mí muy lindo.

Es una lástima que las obras de Carrasquilla ya no se editen. Creo que el escritor de Simón el mago es un autor que deberíamos mirar con más cuidado porque, guardando las proporciones, no encuentro figura que se le pueda comparar mejor que él en la literatura antioqueña con el gran Miguel de Cervantes.

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¡Buena lectura!

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