"La siesta del martes" es el primer cuento de Los funerales de la Mamá Grande que cuenta la historia de una madre y su hija que van al cementerio de un pueblo a buscar a un hombre recién asesinado.

Ficha técnica:

Título: La siesta del martes.
Género: cuento.
Autor:
Gabriel García Márquez.
Año de publicación:
1962 en Los funerales de la Mamá Grande.
Páginas:
7.
Temas: moralistmo, reputación.

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“El tren salió del trepidante corredor de rocas bermejas”

Así empieza «La siesta del martes» el cuento de Gabriel García Márquez que, por una hermosa coincidencia, abre tanto el libro Los funerales de la Mamá Grande como la serie de los Martres (otra coincidencia nominal) #BatallaCuentosGabo en El Estante Literario.

Esta narración es una de las primeras del Nobel de literatura colombiano y está enormemente inspirada en el estilo preciso y abierto de las historias de Faulkner y Hemingway. Presenta, además, muchos de los elementos propios de la obra de Gabo y, es, según él, su mejor cuento.

Veamos de qué trata el cuento «La siesta del martes».

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Resumen La siesta del martes

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“La siesta del martes” cuenta la historia de dos mujeres, una mamá y su hija, que van en un oxidado tren a medio día para cumplir una misión en un pueblo. Van de luto y son pobres.

Después de cruzar eternas plantaciones bananeras y pueblos que parecen abandonados bajo el calor del medio día, llegan a un pueblo vacío y quieto que duerme la siesta. Entonces, se dirigen a la casa cural donde le piden al padre del pueblo que les dé las llaves del cementerio para visitar a un hombre que fue asesinado allí, en ese pueblo, la semana anterior.

¿Quién es el hombre? ¿Quién y por qué lo mataron? ¿Por qué causa tanto revuelo en el pueblo la visita de las dos mujeres que buscan a aquel hombre?

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la siesta del martes

Análisis literario

Según Brian John Mallet (1974) en “Imagen y yuxtaposición en La siesta del martes de Gabriel García Márquez:

“La historia fue escrita en 1958, después de La hojarasca y antes de Cien años de soledad, es decir, pertenece al periodo de su obra el cual, según la mayoría de los críticos, se caracteriza por tres factores: la experiencia periodística del escritor, su interés en el cine experimental, y la influencia de Hemingway. Es la época por excelencia del «giro breve, conciso, lapidario y cristalino que va derecho al grano, dando la impresión de que son las cosas mismas en su ‘ser así y no de otra manera’”

Pero volvamos al inicio, ¡y es que qué inicio!

“El tren salió del trepidante corredor de rocas bermejas, penetró en las plantaciones de banano, simétricas e interminables, y el aire se hizo húmedo y no se volvió a sentir la brisa del mar.”

En esa sonoridad vibrante y alveolar de la “r”, presente en todos excepto uno de los sustantivos de la frase, puede escucharse el sonido del oxidado vagón hirviendo bajo el sol, temblando, vibrando sobre los rieles en el inicio del cuento.

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Esta historia corta, de final abierto y llena de los elementos propios de la obra de Gabo es, según él, su mejor cuento:

“Todo el argumento de ‘La siesta del martes’, que considero mi mejor cuento, surgió de la visión de una mujer y una niña vestidas de negro, con un paraguas negro, caminando bajo el sol abrasante de un pueblo desierto.”

Sin embargo, cuando García Márquez escribió “La siesta del martes” la presentó a un concurso de cuentos en Caracas donde tuvo poco éxito. Después de este fracaso, el cuento estuvo casi a punto de ni ver la luz gracias a una serie de eventos afortunados y desafortunados que incluyen a Álvaro Mutis y a Elena Poniatoska:

«The slim volume Los funerales de la Mamá Grande (Big Mama’s Funeral) stands quietly as the budding Colombian’s first work of genius. The miracle is that we have the stories at all. When García Márquez finished work on its eight pieces in 1959 he made little effort at seeking publication and mostly consigned them to his suitcase. (These were his wandering years.) He did submit “Tuesday Siesta” to a story contest in Caracas, where it rated not so much as an honorable mention. When his friend Álvaro Mutis happened to be spending time in a Mexico City prison, Gabo got a note from the jailbird asking for “something to read.” He sent the stories to Mutis, who in turn would loan them to the young Mexican writer Elena Poniatowska, she then absent-mindedly misplacing the manuscript. She happened upon the stories again a year later and returned them to Mutis, who succeeded in placing the collection with the University of Veracruz Press in 1962. García Márquez received a one thousand peso advance, approximately one hundred U.S. dollars at that time. The volume was issued in two thousand copies, sales being slow until the changes wrought by One Hundred Years. Today the stories are classics in their own right.» (p. 121).

Traducción:

El delgado volumen Los funerales de la Mamá Grande se erige tranquilamente como la primera obra genial del colombiano en ciernes. El milagro es, en realidad, que tengamos los cuentos. Cuando García Márquez terminó de trabajar en sus ocho piezas en 1959, no hizo ningún esfuerzo por publicarlas y las guardó en su maleta. Presentó «La siesta del martes» a un concurso de cuentos en Caracas, donde no obtuvo ni siquiera una mención de honor. Cuando su amigo Álvaro Mutis pasó una temporada en una prisión de Ciudad de México, Gabo recibió una nota del preso pidiéndole «algo para leer». Envió los cuentos a Mutis, quien a su vez se los prestó a la joven escritora mexicana Elena Poniatowska, que luego extravió el manuscrito por despiste. Un año más tarde volvió a encontrar los relatos y los devolvió a Mutis, que consiguió colocar la colección en la editorial de la Universidad de Veracruz en 1962. García Márquez recibió un adelanto de mil pesos, unos cien dólares estadounidenses de la época. El volumen se editó en dos mil ejemplares, y las ventas fueron lentas hasta los cambios provocados por Cien años. Hoy los cuentos son clásicos por derecho propio.

¿Interesante, no? Pero volvamos al cuento y a su estructura.

Algo que me gusta de este cuento son los inicios de cada párrafo con frases contundentes que fijan imágenes que encandilan como un sol de media tarde. El ambiente general del cuento es también muy garciamarquiano con ese calor, ese sopor y el peso del ambiente y del aire. Sentimos sofocamiento y todo parece responder a esta sensación, pues las imágenes son precisas y las palabras mínimas, como para no fatigar.

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Es, como dice Mallet, «la época por excelencia del giro breve, conciso, lapidario y cristalino que va derecho al grano, dando la impresión de que son las cosas mismas en su ‘ser así y no de otra manera’”. 

En este cuento corto aún no están esas frases largas, adjetivadas y subordinadas propias de la narrativa posterior de García Márquez. Aunque en sí hay una frase en particular, larga, que es propia de ese estilo posterior:

«El sacerdote volvió al armario. Colgadas de un clavo en el interior de la puerta había dos llaves grandes y oxidadas, como la niña imaginaba y como imaginaba la madre cuando era niña y como debió imaginar el propio sacerdote alguna vez que eran las llaves de San Pedro.«

Pero hay un rasgo más que vincula a «La siesta del martes» (y también a los cuentos «Un día después del sábado» y «Los funerales de la Mamá Grande») con algunas de las posteriores obras de García Márquez: todas ocurren en Macondo.

Las referencias a la mítica población en este cuento están en la aparición de dos habitantes del pueblo personajes de Cien años de soledad: Rebeca y el Coronel Aureliano Buendía:

«Todo había empezado el lunes de la semana anterior, a las tres de la madrugada y a pocas cuadras de allí. La señora Rebeca, una viuda solitaria que vivía en una casa llena de cachivaches, sintió a través del rumor de la llovizna que alguien trataba de forzar desde afuera la puerta de la calle. Se levantó, buscó a tientas en el ropero un revólver arcaico que nadie había disparado desde los tiempos del coronel Aureliano Buendía, y fue a la sala sin encender las luces.«

Este párrafo presenta otro elemento interesante y es que es el único que altera el tiempo cronológico de la narración.

Todo el cuento transcurre linealmente desde las once de la mañana, cuando madre e hija toman el tren, hasta presumiblemente las tres y media de la tarde, cuando el tren se va del pueblo. Pero en este párrafo la historia vuelve al pasado, a una semana antes, cuando Carlos Centeno Ayala, hijo de la mujer y hermano de la niña, fue asesinado en el pueblo. El evento se cuenta brevemente en este párrafo y la narración vuelve a la casa cural después de hacernos saber que aquel hombre asesinado era pobre y estaba intentando robar.

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Así se introduce uno de los temas, moraleja si se quiere, del cuento: el juzgamiento y el juicio hostil de una población, temas además recurrentes en la obra de Gabo: allí está el pueblo afuera, queriendo ver quiénes son esas mujeres que vinieron a visitar al ladrón; ahí está el padre con su mirada moralista e inquisidora que observa y que pregunta:

—¿Nunca trató de hacerlo entrar por el buen camino?

Así, la figura del cura, su autoridad moral y las leyes entran en conflicto con los afectos de la madre:

—Era un hombre muy bueno.

Como dice Manuel Antonio Arango (1985):

Ese admirable diálogo entre el acusador y la defensora encierra una tremenda filosofía social. El sacerdote considera que Carlos Centeno era un hombre de baja conducta. Su madre lo defiende a través de la moral de ella: «Yo le decía que nunca robara nada que le hiciera falta a alguien para comer, y él me hacía caso». Esa estrecha relación entre madre e hijo se aprecia también en las postreras palabras de Carlos Centeno: «Ay, mi madre» (pág. 14).

Opinión

Hay razones por las que Gabriel García Márquez dice que su mejor cuento es “La siesta del martes”: es una narración con un ambiente muy bien desarrollado y con un carácter muy sensorial, sentimos el calor, “el viento ardiente y seco” el sopor, la humedad y la hostilidad; escuchamos el tren que marcha por las vías y el silencio del pueblo; vemos construido en pocas páginas a un personaje definido como el de la mujer firme y segura, con una voz que “tenía una tenacidad reposada”.

«La siesta del martes» es, en conclusión, un cuento tenaz y breve, un golpe de calor y un encandilamiento que no nos deja ver el final de la historia y que Gabo deja suspendido en el momento de mayor tensión narrativa.

Ya veremos cómo le va cuando se enfrente a «El ahogado más hermoso del mundo» en la Batalla de Cuentos Gabo.

¡Buena lectura!

Referencias

  • Gene H. Bell-Villada (2010) García Márques, the man and his work, University of North Carolina Press.
  • Arango, Manuel A. (1985) Tema y estructura del cuento ‘La siesta del martes’ de Gabriel García Márquez. Thesaurus (40) 3, 591-604.
  • Mallet, Brian J. (1974). Imagen y yuxtaposición en ‘La siesta del martes’ de Gabriel García Márquez. Romanistisches Jahrbuch (25), 340-351.

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