Ficha técnica:
Título: Rosas artificiales.
Autor: Gabriel García Márquez.
Género: cuento.
Año de publicación: escrito en 1961, publicado en 1962 en Los funerales de la Mamá Grande.
Páginas: 5.
Temas: amor.
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“Rosas artificiales” es un cuento de Gabriel García Márquez con una trama sencilla y de acciones cotidianas que, como un iceberg, son solo una pequeña parte de la historia completa, pues debajo esconden una significación mayor.
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Resumen de Rosas artificiales
Mina, una chica joven, se levanta de madrugada para ir a la misa del primer viernes del mes en la iglesia del pueblo. En la oscuridad busca infructuosamente las mangas de su vestido sin hacer ruido para no despertar a su abuela. Pero después de un momento se percata de que la anciana, que es ciega, se ha despertado ya.
Mina le pregunta entonces a su abuela ciega sobre las mangas del vestido, esta le responde que la noche anterior las lavó y que aún no se han secado. Disgustada con su abuela, Mina entra al baño y sale hacia la iglesia con las mangas húmedas puestas. Sin embargo, quince minutos después regresa a la casa. Callada y misteriosa, entra a su cuarto, saca de su escondite un manojo de cartas, va al baño y las arroja al excusado.
Su abuela, aunque ciega, ve la actitud de su nieta y sospecha que algo le pasa. Mientras tanto, Mina se dedica a confeccionar ciento cincuenta docenas rosas artificiales (¡1.800 rosas!) con su amiga Trinidad quien también nota el ánimo de Mina y le pregunta qué le pasa y por qué no fue a misa. “Que se fue” responde ella.
Una vez terminado el trabajo con las rosas artificiales, Mina se topa de nuevo con su abuela quien, a pesar de ser ciega, lo ha visto todo y le pregunta por qué llegó tan pronto de misa, por qué fue dos veces al baño en tan poco tiempo y para quién eran las cartas que escribía cada noche en la oscuridad del cuarto.
Análisis literario
Rosas artificiales es uno de los ocho cuentos de Gabriel García Márquez incluidos en el libro Los funerales de la Mamá Grande, publicado en 1962.
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Lo primero que sentí al leer esta narración fue que era como ver una obra de teatro. Toda la acción del cuento ocurre dentro de una casa (excepto el episodio más trascendental y oculto de la trama) y vemos a los personajes moverse por las habitaciones. Además, casi todo el desarrollo de la historia se da a través de diálogos, la mayoría secos y puntuales. Los cuatro personajes son todos mujeres: Mina, la abuela ciega, Trinidad y la madre de Mina. Pero de estas cuatro, son las primeras dos las principales y entre ellas se teje toda la tensión narrativa.
Al principio del cuento, Mina se disgusta con la abuela porque lavó la noche anterior las mangas del vestido que no se alcanzaron a secar para la madrugada. Este incidente fija la actitud y el tono de todos sus intercambios en el cuento: la rabia contenida de Mina contrasta con la tranquila sabiduría de la abuela que, a pesar de ser ciega, ve que Mina oculta algo.
¿Qué le pasa a Mina? ¿por qué se devolvió tan pronto de misa? ¿por qué después de volver a casa arroja las cartas al excusado? ¿de quién eran las cartas? ¿eran las respuestas a aquellas que Mina escribía en la oscuridad del cuarto cada noche? ¿serán de ese alguien que, como dice la abuela, “le ocasionó una contrariedad” a Mina en el camino a la iglesia?
Nada se confirma y la poca información que obtenemos no nos deja más que sospechas. Como lectores debemos imaginar las respuestas a las preguntas porque por más que intentemos encontrar certezas siempre nos hace falta el dato escondido.
El dato escondido o la teoría del Iceberg
En el capítulo X de Cartas para un joven novelista (1997), el escritor peruano Mario Vargas Llosa, explica una técnica narrativa muy común que él denomina “el dato escondido».
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El Premio Nobel de Literatura 2010 dice que el dato escondido son “silencios significativos, datos escamoteados por un astuto narrador que se las arregla para que las informaciones que calla sean sin embargo locuaces y azucen la imaginación del lector, de modo que éste tenga que llenar aquellos blancos de la historia con hipótesis y conjeturas de su propia cosecha”.
Esta técnica, como lo hace notar Vargas Llosa, fue muy usada por Ernest Hemingway, el escritor norteamericano también Premio Nobel de Literatura (1954) quien comparaba la escritura con un iceberg, de ahí que algunos críticos hayan llamado Teoría del iceberg a la técnica de esconder algunos elementos importantes en una narración. En su novela Muerte en la tarde (1966) Hemingway escribió:
«Si un escritor en prosa conoce lo suficientemente bien aquello sobre lo que escribe, puede silenciar cosas que conoce, y el lector, si el escritor escribe con suficiente verdad, tendrá de estas cosas una impresión tan fuerte como si el escritor las hubiera expresado. La dignidad de movimientos de un iceberg se debe a que solamente un octavo de su masa aparece sobre el agua. Un escritor que omite ciertas cosas porque no las conoce, no hace más que dejar lagunas en lo que describe.»
Hemingway despojó a sus cuentos y novelas de todo lo que no fuera lo esencial, dejando a los lectores la tarea de escudriñar el resto de los diálogos y los fragmentos de la narración por su cuenta. Al igual que la punta visible de un iceberg esconde una masa de hielo mucho mayor bajo la superficie del océano, Hemingway oculta la tensión no declarada entre sus personajes. Un ejemplo de Hemingway usando este recurso en forma de diálogos se puede ver en el cuento «Colinas como elefantes blancos».
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Esa tensión no declarada está precisamente en Rosas artificiales y es posible notar su peso también en forma de diálogos cuando Mina habla con su abuela ciega y con Trinidad. El misterio central del cuento gira alrededor de las cartas y de la persona “que se fue” y es sobre todo mediante estas conversaciones que conocemos la información necesaria y justa para entender el problema de fondo. Dice Vargas Llosa:
“El ‘dato escondido’ o narrar por omisión no puede ser gratuito y arbitrario. Es preciso que el silencio del narrador sea significativo, que ejerza una influencia inequívoca sobre la parte explícita de la historia, que esa ausencia se haga sentir y active la curiosidad, la expectativa y la fantasía del lector.”
García Márquez leyó a Hemingway a quien consideraba mejor cuentista que novelista, y aunque el estilo florido del colombiano en su época más madura poco tiene que ver con el minimalismo literario de Hemingway, ambos usaron frecuentemente la técnica del dato escondido o del iceberg.
Opinión
Rosas artificiales es un muy buen cuento y ya veremos cómo le va en la Batalla de cuentos Gabo cuando se enfrente contra «Tubal-caín forja una estrella«.
Es interesante notar que fue escrito en 1962, una época de transición en García Márquez cuando de a poco iba encontrando su voz e iba integrando elementos de su mundo literario de Macondo. Por eso en este cuento vemos una escritura más precisa y económica como la de sus primeras narraciones (recordemos La noche de los alcaravanes, De cómo Natanael hace una visita o, incluso La siesta del martes), pero también elementos de su obra posterior como la presencia e importancia de la religión en el pueblo o esos diálogos conclusivos y sarcásticos, como el que cierra el cuento.
¡Y qué decir de esa respuesta certera y escatológica de Mina a la pregunta de su abuela sobre qué hizo en el excusado! “Fui a cagar”: García Márquez al mejor estilo de El coronel no tiene quien le escriba, la novela corta que escribió un año antes de este cuento.
Referencias
- Campillo-Fenoll, M. () La ansiedad de la influencia: la renovada presencia de Ernest Hemingway en la escritura de Gabriel García Márquez, West Chester University of Pennsylvania.
https://colombianistas.org/wp-content/themes/pleasant/REC/REC%2041-42/Ensayos/REC_41.42-52.pdf - Hemingway, E. (1966) Muerte en la tarde, Debolsillo, Barcelona.
- Rodríguez, Maria E. (1985) Una aproximación crítica a Los funerales de la Mamá Grande de Gabriel García Márquez, Filología y Linguística, XI (2), pp. 15-25. https://doi.org/10.15517/rfl.v11i2.16700
- Vargas Llosa, M. (1997) Cartas a un joven novelista, Punto de lectura, España.
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